El futuro económico y político de nuestro país se presenta catastrófico, no sólo debido a la pandemia del coronavirus, sino al desacertado manejo gubernamental que, tras más de cien días de confinamiento social y toque de queda, todo ha resultado un fracaso, avizorándose –según la Organización Panamericana de la Salud- que para agosto próximo habría más contagios y muertos en el Perú.
Lo único cierto es que a Martín Vizcarra no le funcionó “el martillazo”, ni “la meseta”, para controlar la pandemia, porque se prefirió la compra de millones de pruebas rápidas o serológicas, se demoró en la compra de las pruebas moleculares para descartar infecciones, y, en paralelo, colapsaron los servicios de atención en los hospitales por falta de camas UCI, respiradores mecánicos, oxígeno, medicinas, tanto así que las estadísticas reales nos coloca entre los primeros países del mundo con mayor número de contagios.
El destacado economista Hernando de Soto advierte que las consecuencias económicas del nuevo COVID-19 podrían ser más graves que la misma enfermedad, pues habría más contagios a raíz de la informalidad. El Perú tendría un retroceso en el terreno de la pobreza extrema.
Al gobierno ha optado por el reparto de subsidios a través de bonos, (rural, para las familias, el turismo, el transporte público, la tarifa eléctrica, el Reactiva, etc, etc.) que lo único que generará es un déficit que ahondará la ya golpeada estabilidad fiscal; tanto así que los analistas económicos sostienen que “lo que estamos viviendo es el peor desastre económico de los últimos cien años”.
Lamentablemente, con partidos políticos arruinados, con un Congreso de mayoría improvisada y mediocre, con gobernadores regionales genuflexos, y con medios de comunicación comprados a través de la millonaria publicidad estatal, no hay quien le ponga “el cascabel al gato”.
Más bien, lo que estamos viendo es a un Congreso que juega en pared con Martín Vizcarra y no se está dedicando a fiscalizar, a denunciar los actos de corrupción, ni a supervisar el buen uso de los recursos públicos –como corresponde-, sino a aprobar medidas populistas como: la equidad de género y alternancia para las elecciones del 2021, retiro de fondos de las AFP, regular los precios y créditos bancarios, o eliminar la inmunidad parlamentaria, pero no la inmunidad presidencial.
Pese a ello, ahora ya no vemos a los “indignados” de antes, a los que lavaban banderas, marchaban y salían a protestar muy seguido contra los bajos sueldos, la falta de empleo y la corrupción; pareciera que, se han convertido en zombies o ayayeros de turno. Hoy más bien son otros sectores de la población los que manifiestan su indignación, los que salen –como lo ocurrido la semana pasada en las calles de Moquegua- a pedir la vacancia del presidente Vizcarra. Ha llegado el momento de los ciudadanos de decirle NO al descalabro total en nuestro país.

Juan Miguel Soto Villoslada
Sociólogo - Periodista
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